Los dragos mitológicos de la isla de La Palma

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Los dragos mitológicos de la isla de La Palma.

Horacio Concepción García

Los libros caballerescos relataban con empeño sobre ínsulas henchidas de inquietantes portentos, de espesas selvas, dragones y sabios alquimistas; breves y extrañas tierras rodeadas de mar, que se ofrecían como mundo de un sereno vivir terreno, alejado y diverso del duro y prosaico bregar de los hombres continentales. En los primeros años del siglo XV, el caballero normando Jean de Béthencourt quiso deshacer el viejo encantamiento que pesaba sobre las Islas Canarias, espantando para siempre al viejo dragón del océano custodio. En siglos posteriores, innumerables expediciones se hicieron a la mar, en búsqueda de una nueva y esperanzadora existencia en pródigas ínsulas lejanas.

La tradición clásica nos trasmite la simbiosis entre el drago y el dragón, atribuyendo a un Dracaena draco (drago) la identidad de Ladón, el dragón guardián del Jardín de las Hespérides, al que Hércules dio muerte, y de su verdadero flujo sanguíneo vertido nacieron nuestros dragos.
Otra leyenda oriental narra la fábula de un elefante y un basilisco —una especie de dragón— que se enfrentan en una virulenta lucha, en la cual perecen ambas bestias.

La sangre de ambos animales se mezcló y, al coagularse, formó una masa anómala denominada sanguis draconis o polvo de basilisco, que resultó poseer virtudes increíbles. La leyenda recogida por Plinio el Viejo (siglo I d.C.) en su obra Naturalis historia, se extendió en siglos posteriores por toda Europa, figurando en numerosos pasajes medievales: «Los romanos conocían la sangre de drago, que llamaban crinabris, y la llevaban de nuestras Islas Afortunadas». Esta preciada sangre fue objeto de un notable comercio desde los tiempos de los antiguos romanos hasta el siglo XIX. En Europa se utilizó: con fines medicinales; usos dentífricos; fabricación de tintes; lacas; barnices; etc. Según refieren algunos especialistas, la sangre de drago fue empleada por Antonio Stradivari para barnizar sus famosos violines Stradivarius. Aparte del interés terapéutico o artesano, se le atribuían propiedades mágicas y formaba parte en la composición de pociones, brebajes, o de la piedra filosofal: «con ella y con hollín de orfebre hay que fabricar la tinta para escribir determinados nombres mágicos en el hechizo practicado sobre cualquier calavera para servirse del fantasma de un muerto».

Dragos Barranco de Las Colmenitas, El Palmar, Villa de Garafia (La Palma) Fotos: Javier Díaz Hernández y Horacio Concepción García

Dragos Barranco de Las Colmenitas, El Palmar, Villa de Garafia (La Palma) Fotos: Javier Díaz Hernández y Horacio Concepción García

El género Dracaena engloba más de 60 especies reconocidas en las zonas tropicales y subtropicales del mundo, desde Mesoamérica y las Antillas, África y Arabia hasta el sudeste asiático, Indonesia, Australia y las islas Hawai.

La mayoría de los dragos que se mostraban en isla de La Palma, poseían un porte ramificado desde la base, con ramas delgadas casi verticales como resultado de su tradicional aprovechamiento forrajero para el ganado. En ocasiones la presencia en el vario paisaje de estos economistas acuáticos, se nos presenta formando bosquetes llamados dragonales, que dan origen a toponimias de localidades canarias como El Dragonal (Gran Canaria), o los que existieron en la Punta de los Dragos (Punta Cumplida, Barlovento); paraje que estuvo marcado por esta acentuada y característica vegetación autóctona, tristemente desaparecida: «se alineaban como gigantes centinelas a las orillas del mar, alzando sus brazos de titanes sobre los acantilados de la Isla». Muchos y magníficos especímenes ornan el paisaje palmero, maestros de ecos entre barrancos y laderas, en pródiga convivencia con otras especies; desde sus legendarias sombras, admirables vestigios de la era terciaria, esta exótica especie se nos muestra a modo de candelabros vegetales. Entre los más ejemplares más sobresalientes podemos destacar los localizados en: Las Paredes y La Tosca (Barlovento); los Dragos Gemelos de Breña Alta; en Franceses, El Tablado, Barranco de la Viña —Don Pedro—, Montaña de Fernando Porto, El Palmar, Santo Domingo, Las Tricias y Buracas (Garafía); entre El Roque y el pueblo de Puntagorda; etc. Ciertas agrupaciones de dragos como los de Buracas o La Tosca, moldean auténticos dragonales de formas caprichosas, que confieren al panorama un hechicero atractivo.

Dragos Gemelos de Breña Alta (La Palma) Foto: Ayto. Breña Alta.

Dragos Gemelos de Breña Alta (La Palma) Foto: Ayto. Breña Alta.

«Si vais a las Breñas y os paráis a contemplarlos, no faltará una campesina que os cuente la desventura de dos hermanos, hechizados por la misma doncella, el fin de sus vidas atormentadas de celos, y cómo expió su culpa la cortejada moza, plantando los dragos, brotes del Barranco de las Angustias, que cada día regaba con su cántaro, ya que sentía el mismo amor y compasión por ambos. Al calor de la tierra y del recuerdo, crecieron estos dragos que, según la conseja, guardan en sus troncos sangre de los dos hermanos, hechizados por la misma doncella».

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Los Dragos Gemelos de Puntagorda representaban las columnas del arco triunfal, que ofrecía el municipio a los visitantes para entrar en sus tierras. Se situaban coronando un tramo del Camino Real, que discurre por el Barranco de El Roque, entre la zona denominada La Cuesta y el paraje conocido como El Descansadero, pausa anhelada para el campesino cuando venía cargado con pasto, fruta, pinillo, etc. «Puntagorda: dos mitológicos dragos. Séquito de almendros en flor único, tapices blancos de canto litúrgico larga procesión visual que son halagos». En la actualidad solo queda parte de uno de estos colosos, que quedaron representados en el blasón corporativo en su cuarto cuartel: «En campo de oro, en representación del sol del municipio, los famosos y centenarios Dragos Gemelos, del barrio de El Roque, sobre una isla al natural, que representa el color marrón o canelo de su tierra, uno de los elementos que mejor definen a este pueblo, surmontada sobre dos ondas de azur en representación del litoral costero de Puntagorda». Su deterioro se achacó al abandonó de las practicas forrajeras, aunque hay quien apunta un posible envenenamiento, provocado por el excesivo abonado con productos químicos. Los dragos tenían labrados una trama de peldaños que permitían moverse cómodamente y acceder a cualquier parte de esta especie arborescente, los cuales eran aprovechados por los niños para subir a ellos a jugar. Tras la caída del primero de estos mitológicos titanes, con su rugoso tronco carcomido por el paso del tiempo, un hombre y un niño se acercaron para ver lo ocurrido. El adulto al contemplar la sombría escena expresó: «Que maldad que esto se haya caído», a lo que el chiquillo respondió: «La maldad la hizo el viento que lo tiró». La situación de estos dragos, que se alzaban con su mensaje de brazos implorantes hasta el borde del camino, fue descrita de la siguiente forma en 1982 por Domingo Acosta Pérez:
«Los también dragos pares o gemelos, de Puntagorda, pareja de magníficos dragos, que se alzan en las proximidades del casco principal. Se diría que se abrazan para protegerse. Se abalanza el uno sobre el otro como para reforzarle o apuntalarle, mientras cerca, un drago joven semeja esperar su oportunidad. Con su hálito de futuro, un futuro lejano, dado el laborioso crecimiento de esta especie».

Drago Roque de Puntagorda (La Palma) Fotos: Javier Díaz Hernández y Horacio Concepción García

Drago Roque de Puntagorda (La Palma) Fotos: Javier Díaz Hernández y Horacio Concepción García

El drago está presente en otros escudos municipales de las islas como: Alajeró (La Gomera); Barlovento y Breña Alta (La Palma); Icod de los Vinos y La Orotava (Tenerife); Moya y Valsequillo (Gran Canaria). Las hojas del drago fueron utilizadas por el campesino desde la conquista europea del archipiélago para: la elaboración artesanal de cuerdas y amarrar la viña; el ensartado del pescado o para trampear morenas; las ramas y los troncos se han destinado a la confección de corchos o colmenas; la elaboración de huroneras; la construcción de viviendas y de canales para el transporte de agua o para la confección de barriles; medidas para el grano; tableros para las camas, etc. En La Palma se utilizaba la voz tajoque para referirse a un recipiente hecho con un tronco vaciado de drago, pitera o pino destinado a guardar la sal. Por su parte, la savia fue utilizada para limpiar y proteger las espadas del óxido, para teñir objetos y como lacre para sellar cartas, mezclándola con látex de tabaiba dulce. Según la tradición, la sangre de drago formaba parte de los bálsamos que utilizaban los indígenas en el proceso de mirlado (momificación); también es muy probable que conocieran sus propiedades medicinales y la emplearan para cicatrizar heridas o contra golpes y contusiones, tal como se siguió utilizando en remedios populares.

Drago en La Charca de Puntagorda (La Palma) Fotos: Javier Díaz Hernández y Horacio Concepción García

Drago en La Charca de Puntagorda (La Palma) Fotos: Javier Díaz Hernández y Horacio Concepción García

En 1403, una nave al mando de Gadifer de la Salle ―capitán de Jean de Béthencourt― amaneció fondeada en la bahía de Gando; en el litoral se habían congregado unos 500 canarios que avizoraban los movimientos de la embarcación y su tripulación. Los aventureros a través del intérprete Pedro el Canario, se dispusieron a realizar algunos trueques, estando aquí la primera referencia sobre la sangre de drago de Canarias: «… y les traían abundantes higos y sangre de drago que cambiaban por anzuelos de pesca, y por viejas herramientas de hierro y agujas para coser; y obtuvieron sangre de drago que valía a lo menos doscientas doblas de oro y todo cuanto les entregaron no valía dos francos».

Drago en Franceses, Villa de Garafia (La Palma) Fotos: Javier Díaz Hernández y Horacio Concepción García

Drago en Franceses, Villa de Garafia (La Palma) Fotos: Javier Díaz Hernández y Horacio Concepción García

Diego Rodríguez Talavera desembarcó en 1494 por el fondeadero al que da nombre en el municipio de Barlovento. El Puerto de Talavera pertenecía antiguamente al pago de la Punta de los Dragos ―en la zona denominada Los Pedregales―. Una vez la isla había sido conquistada y comenzaron las relaciones comerciales regulares, la explotación de sangre de drago se intensificó de manera feroz. El proceso para la extracción de la sangre de drago facilitaba la penetración de larvas de insectos que se alimentan de su madera, amén de bacterias y hongos que fueron diezmando las poblaciones de dragos: «Estando la luna llena sudan estos árboles una goma clara y colorada, mucho más astringente que el sanguis draconis, que nos viene de Goa y de otras partes de las indias orientales». A finales del siglo XVI, la mayoría de estos dragos habían sido sangrados hasta la saciedad, como ocurrió en el resto de las islas, provocando su desaparición de numerosas zonas.
«¡Dragos…! he aquí a los magnates de nuestra flora. Recios, ciclópeos, sombríos, todo en ellos tiene un sello característico de grandeza, de monumento prehistórico, que no lograron remover ni reducir a pavesas las fraguas de los volcanes. Fuertes e inconmovibles en sus sillares de roca, ahíncan sus raíces en el corazón de la tierra, y el jugo que la sorben lo convierten en savia de color de púrpura».


Los dragos nos brindan con su expresiva quimera, la honda sugestión de los predios en los que reina, como potenciales catalizadores de la memoria, a través de los cuales se puede rescatar parte del patrimonio intangible encriptado en paisajes y caminos. Recorrer los senderos tradicionales nos permite repetir los pasos de quienes usaron estos caminos, interpretando su historia, vinculando al senderista con el entorno. Así la función del drago en el espacio, la toponimia, la tradición oral o su asociación a lugares simbólicos, cimientan la cultura local de muchos lugares la isla de La Palma.

Horacio Concepción García
[Sociedad de Estudios Genealógicos y Heráldicos de Canarias]

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Sociedad de Estudios Genealógicos y Heráldicos de Canarias

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