Señores de los vientos en Puntagorda
Señores de los vientos en Puntagorda
Molinos sistema Ortega
Horacio Concepción García
El término eólico proviene del latín Aeolicus: «perteneciente o relativo a Eolo». Eolo, el gran señor invisible, dios de los vientos en la mitología griega, vivía en una pequeña isla flotante cerca de la costa de Eolia, desde donde gobernaba las tempestades y provocaba los vientos. Los vientos, a veces, eran representados como simples ráfagas, otras se les personificaba como seres alados e incluso en ocasiones tomaban la forma de caballos encerrados en los establos de su soberano. Homero describe tanto los palacios reales de Eolia, lugar al que arribo Ulises (Odiseo), como la furia de sus vientos desatados cuando los imprudentes y codiciosos compañeros de Ulises abren el odre que los contenía y que les perjudicarían en su viaje de regreso a Ítaca.
Los primeros molinos de viento, con aplicación directa en la molinería, son mencionados en el Libro de ingenios mecánicos escrito en el año 850 aproximadamente. En un lugar de clima anómalo, las Llanuras del Sistán (región fronteriza entre el sureste de Irán y el suroeste de Afganistán), donde no hay agua pero sí vientos constantes (se le conoce como «el país de los 120 días de viento»), se inventó un sorprendente artefacto en el siglo VII para mover muelas con la fuerza del viento, que provocó la admiración de todos los viajeros antiguos y puede considerarse como el primer molino de uso práctico para molienda y riego. El molino de viento (terminó que procede del latín molinum, que significa muela) se conocía y estaba generalizado por Europa hacia el siglo XII, aunque su extensión fue tardía comparado con el de agua. Su construcción era muy costosa, por lo que la inversión era asumida por congregaciones religiosas, por cabildos o por familias nobles que luego los arrendaban a los molineros, que se encargaban de su explotación. En el siglo XVI se introdujo en las Islas, desde Flandes, los nuevos conocimientos sobre artilugios hidráulicos y eólicos para la molturación de cereales.
En la segunda mitad del siglo XIX surge en La Palma un nuevo molino de viento harinero tradicional denominado Sistema Ortega. El artífice de este sistema molinar fue Isidoro Ortega Sánchez (1853-1913), quien situó a la Isla a la vanguardia tecnológica del territorio nacional. En 1867, éste puso en funcionamiento, en su casa familiar de Mazo, un molino de viento de pivote que aportaba sustanciales innovaciones, el cual llegaba a moler la doble cantidad de grano con igual fuerza motriz. Los elementos que componen esta tipología de molino de viento harinero son: el edificio, la torre, el rotor de aspas y la maquinaria. El edificio se construía generalmente en un volumen de una sola altura y de planta habitualmente rectangular, con unas dimensiones mínimas interiores. La torre es el elemento intermedio entre el rotor de aspas y la maquinaria de molturación. Se construía en madera de tea y habitualmente era de planta cuadrada. La misión del rotor de aspas es captar la energía cinética del viento a través de las aspas, éstas al estar incrustadas en un eje horizontal y ligeramente inclinado, trasmiten el giro vertical del rotor a los otros elementos de la maquinaria de molturación. Los extremos de los largueros poseen una serie de vástagos de madera roscada para atornillar posteriormente las fajas de madera. Las fajas están compuestas habitualmente por segmentos de madera de forma trapezoidal. La maquinaria de molturación se encuentra situada en el interior del edificio y está compuesta fundamentalmente por dos piedras o muelas cilíndricas que se superponen. La fricción entre ambas produce la trituración y molienda de diversas semillas vegetales para la elaboración de harina o gofio. Para orientarse se mueve todo el conjunto de la torre que atraviesa el techo y se apoya en el piso de la casa-molino. Estaban dotados de una curiosa campana de aviso que saltaba sobre la piedra de moler cuando se había terminado el grano de la tolva (contenedor donde el molinero descargaba los sacos de cereales o incluso legumbres como garbanzos, chochos, habas para su molienda). El molino Sistema Ortega tiene una proporción aproximada a la Ley de Tercios (norma clásica de composición utilizada en el Renacimiento, imprescindible en la actualidad para la pintura, la arquitectura y la fotografía. «El Sr. Ortega, pues, es acreedor por su aparato á los mayores elogios, y digno de que se le proteja y auxilie en los trabajos que emprenda y que tan provechosos pueden ser para el desarrollo de la industria en este país».A moler en el molino
vine para poderte ver,
a ver si tengo la suerte,
que me llegues a querer.Tú dices que no me quieres
porque no tengo dinero,
si quieres un viejo rico,
ahí tienes al molinero.
Es cosa que me divierte
el moler en el molino,
que quiero ver si consigo
una novia aquí en el Pino.Muele, molinito muele,
con un palo de nogal,
que quiero ver si consigo
un novio por el Pinar.
El Molino de la Montaña de Miraflores o del Lucero, ya desaparecido, fue construido por Isidoro Ortega con anterioridad a 1897. Este molino en un principio era propiedad de Nicolás Lorenzo Hernández (¿?-1897) «el viejo Lucero» —natural de Santa Cruz de La Palma—. Nicolás Lorenzo debe su sobrenombre a una de las actividades que realizó durante su vida: la pesca. Los marineros tenían sus puntos especiales de referencia en el cielo, a través de los astros, con lo que realizaban sus pronósticos meteorológicos. Venus, por su brillo, suele denominarse El Lucero. El molino lo heredó Nicolás «Lucero» Lorenzo Díaz (1859-1926), hijo del anteriormente mencionado. Lorenzo Díaz natural de Santa Cruz de La Palma, falleció en Puntagorda y estuvo casado con Constanza Canales Duque. Uno de los acontecimientos más dramáticos ocurridos en este molino fue la muerte de una de las hijas de Lorenzo Díaz, al quedar atrapadas las coletas que lucía la niña en las piedras molineras mientras jugaba. El molino fue heredado por Pedro «Perico Lucero» Lorenzo Canales, quien lo vendió a Francisco Rodríguez Acosta, carpintero, manteniéndose en funcionamiento hasta los años 50 de la pasada centuria. Se trataba de uno de los molinos más elegan¬tes de La Palma. En la Isla podemos destacar el Molino de Las Tricias, donde se ubica el Museo de Interpretación del Gofio (MIGO), y el Molino de Mazo que alberga el un taller de cerámica de alto valor etnográfico.
Estamos perdiendo el tiempo
y ya ni el molino muele.
Yo quiero que tú me digas
ya de una vez si me quieres.
(Fragmentos de Amoríos en el Molino. Puntagorda)
En la orografía palmera ya no reinan los Señores de los Vientos, estáticos y ruginosos, la mayoría de ellos, sin la natural música de sus aspas, víctimas del cambio de los tiempos. Ya no espiran olor a gofio, ni doblegan el viento con sus brazos. «Respetar lo pasado renovando la tradición, es una de las maneras más hondas de fraguar porvenir y hacer progreso (Miguel de Unamuno)».
Horacio Concepción García
Sociedad de Estudios Genealógicos y Heráldicos de Canarias