Yo quiero unos «manolos»

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Yo quiero unos «manolos»

Fátima Hernández Pérez

MANOLO BLAHNIK, PALMERO, aunque su apellido no lo represente, es canario y vivió en La Palma. Su padre, un empresario checo se casó con una tinerfeña, para luego ir a vivir a mi Isla Bonita y dedicar su tiempo a la plantación platanera. Su hijo Manolo es el palmero más célebre e internacional en el diseño de zapatos. Sus zapatos, conocidos como «manolos», son un derroche de glamour, que sólo muy pocas mujeres pueden permitirse el gran lujo de lucirlos.

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Manolo Blahnik hace zapatos a pesar de que estaba predestinado a la carrera diplomática. Vive en su casa georgina de Bath, en Inglaterra, entre clásicos muebles ingleses y libros de moda. Aunque el apellido engañe, su nombre lo delata: Manolo habla pausadamente, pero tiene el nervio palmero que le lleva de un lado a otro.

A sus setenta y cinco años, mantiene un aire y espíritu juvenil e incluso algunos rasgos de adolescente. Sus zapatos se lucen en los grandes desfiles de moda de los grandes diseñadores como él.

Es el rey del zapato de tacón, bailarinas, zapatos de medio tacón que se pueden usar desde la mañana a la noche...

Él es todo glamour, sus zapatos también. No soporta las zapatillas deportivas (en algo nos parecemos) y duerme apenas tres horas cada noche. El resto lo dedica a la lectura y a los vídeos; hombre muy culto y fascinante. Revolucionario, sus diseños son grandes obras de arte; por el contrario, él es muy clásico en sus costumbres.

Con un cierto aire de dandy, hace que sus trajes se confeccionen en Savile Row. Viaja mucho a una de sus cuatro fábricas en Milán, o en cualquier punto del mundo donde se venden sus «manolos»: Francia, Estados Unidos, Italia, España.., todo un lujo para nosotros y, desde luego, para él.

Cualquier editora de moda, directoras de las revistas más «fashion» del mundo mundial que se precie, tiene unos «manolos». Adictas a sus zapatos de princesa, con mención «alargapiernas», son, entre muchas: Isabel Preysler, Claudia Cardinale, Naomi Campbell, Anjélica Huston, Carolina Herrera, la difunta Lady Di, modelos, aristócratas, princesas, reinas… Todas ellas poseen en sus colosales zapateras muchos pares de «manolos».

Manolo Blahnik fue galardonado con la Aguja de Oro por su gran estilo en la elaboración de sus zapatos.

Dicho galardón se otorga cada año por un jurado de periodistas expertos en moda. Otros galardonados con ella han sido Ungaro, Giorgio Armani, Jean Paul Gaultier… Dios mío, tanto glamour y yo frita por unos «manolos». Y eso que soy palmera, eso se nota… Pues también quiero unos «manolos», pero, claro, los más baratitos salen 500 euros el par, vamos, 250 euros cada zapato.

Pero, como digo, muchas veces a unas les da por ir a Cuba, a otras por la 5ª Avenida de New York y a mí, por tener unos zapatos de mi paisano, aunque la disculpa que suelo poner es que lo hago por hacer patria, pero ni mis hijos se creen eso. Y es que soy coqueta, y me veo paseando por la calle Castillo y por la calle Real con un par de ellos y sería el no va más. Pero la realidad es que tendré que esperar un lustro o dos para poder pasearme con los «manolos».

People are made of stories, not atoms.

Pero ahora resulta que tendré que comprar una hucha para guardar algunos euros y comprarme un par. Pero, desde luego, me compraré sus famosas babuchas, o uno de esos zapatos de medio tacón… pues los podré usar todo el día, y parte de la noche. Me pasearé por la calle Real, aunque los tacones se queden en los adoquines. Así podré pedir responsabilidad al ayuntamiento capitalino, y con lo que me den me compro otros. ¡Buena idea esta!, menos mal que tardaré en comprarlos, ¡que sí no, no salgo del pórtico del Ayuntamiento!

Las que se los puedan comprar que no me copien la idea, pues es mía, igual que algún día serán míos los «manolos».

Pisa fuerte, Fátima, y despierta que mucho tendré que esperar para poderlos lucir. Pues no tengo por marido al Príncipe Carlos. Y a Julio Iglesias ya lo cazó otra. Prefiero seguir trabajando y comprármelos yo solita; seguramente los luciré mejor. Y, además, ningún maridito me los comprará, pues eso de tener marido para lucir unos «manolos» no es lo mío, por mucho que me gusten los «manolos».

Fátima Hernández Pérez

Me gusta mostrar al Mundo desde esta revista lo que a mi me enamora y poderles contagiar a cada uno de ustedes que me leen en este momento el amor a mi tierra.

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