PUNTOS CARDINALES

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Reflexiones

Oswaldo Paz Pedrianes

PUNTOS CARDINALES

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Las personas somos frágiles, nos rompemos con facilidad. Tenemos cierta tendencia a astillarnos, a golpearnos contra las paredes, a tropezar en la misma piedra, tantas veces que terminamos tomándole cariño. Y en muchos momentos de nuestra vida, somos barcos a la deriva, náufragos en islas desiertas, ciegos en medio de la ciudad. En definitiva, somos seres perdidos que ansiamos que nos orienten, que marquen nuestros puntos cardinales, que alguien nos deje miguitas de pan en el suelo que podamos seguir como un rastro hacia terreno seguro.

Mi norte está arriba, sobre los hombros, donde se esconden dos hemisferios que se abrazan, que se miran, que se susurran.

Son los que planifican, los que deciden cuándo siento frío, cuándo tengo hambre, cuándo debo temblar de miedo o de felicidad, si río o lloro, si debo amarte o ignorar tu presencia, si eres finalmente tú quien ha de coger mi mano en el último atardecer.

En mi norte están la razón y la emoción. Y los recuerdos, dentro de cientos de cajones que puedo abrir con sólo desearlo y mirar en su interior. Allí está el niño que corría descalzo en la era, el que saltaba en los charcos, el joven asustado ante la inmediatez del primer beso, el que fue dañado y dañó.

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Hay cajones con mentiras, con certezas, con cosas que nunca se dijeron, con secretos de los de llevar a la tumba, de los que se ponen bajo llave. Y hay otros con luz, con caricias, con sonrisas imborrables en tardes de salitre y sol. Mi norte también sirve para llevar sombrero.

Mi sur está abajo. Mi sur son mis pies. Los que transportan a mi norte.

Mi sur es un explorador, siente el suelo, me aferra a él. Es un cable a tierra que sigue las directrices del norte.

Es el que obedece cuando hay prisa y cuando toca reposo, el que amortigua las exigencias de otros. Mi sur tiene varias velocidades: es lento cuando hay que detenerse a mirar, cuando ha de vencer la calma, y es veloz cuando huye de los contagios tóxicos. Es el que me distancia y el que me acerca. También el que se agacha cuando oye los disparos de la arrogancia y de la envidia silbando por encima del norte. Mi sur deja huellas.

Mi oeste es mi mano derecha. Es el traductor del norte. El que descifra los mensajes, las órdenes que llegan de arriba. Mi oeste puede acariciarte o golpearte, puede entregarte flores o muerte. Pero sobre todo, mi oeste escribe.

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Dibuja letras que forman palabras, que se juntan en frases, que conforman párrafos que se derraman en hojas, esas que antes fueron blancas.

Mi oeste te habla de mí, abre las puertas de lo que soy, de lo que no ves. De lo que quiero que veas.

Mi este es mi corazón. Mi este bombea vida al norte, al sur y al oeste. Transporta oxígeno y razones. Empuja y late.

A veces se rompe. A veces lo rompen. Entonces lo coso, lo suturo. Le doy cuerda para que recupere su tic y su tac, como un viejo reloj de bolsillo.

Está escrito que un día parará. Por eso mi norte le dice, muy bajito, que no tenga prisa, que él ordenará a mi sur que acompase sus pasos, despacio, para que mi oeste no tenga que posarse sobre mi este a contar sus latidos.

Esta es mi brújula, la que me orienta cuando está oscuro.

Oswaldo Paz Pedrianes

Oswaldo Paz Pedrianes (Garafía, La Palma, 1971) es Psicólogo y Terapeuta Familiar. Su carrera profesional ha estado dirigida a la ayuda especializada a menores en desamparo y sus familias en el ámbito social, trabajando en diferentes entidades a lo largo de su trayectoria. Actualmente desempeña su rol profesional centrado en la problemática del Acoso Escolar.

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