METEOROLOGÍA POPULAR: BAJO EL CIELO DE PUNTAGORDA
METEOROLOGÍA POPULAR: BAJO EL CIELO DE PUNTAGORDA
Horacio Concepción García
El folklore meteorológico y climático es de los más desarrollados en las culturas de los pueblos, y trata un sinfín de dichos y refranes, pautas de predicción y cálculos de calendarios, que conforman la materia más extensa entre los conocimientos populares que conciernen a la naturaleza. Así, se predice el «tiempo» a través de numerosos signos celestes, o de otros observables en el terreno y también en los animales, que, en definitiva, persiguen interpretar los acontecimientos físicos como signos reveladores del devenir cotidiano.
Los pronósticos para la predicción del tiempo a largo plazo, basados en ciertos indicios, reciben el nombre general de «cabañuelas», pero además están: las «témporas»; las «caniculares»; las «canablas»; los «barruntos»; los «aberruntos»; los «surtimientos», etc.
La idea que domina la técnica de las cabañuelas, y de otros procedimientos similares de la predicción de climatología, va unida al concepto de «períodos propicios» como: la noche de san Juan, día de san Miguel, día de san Mateo, la nochebuena, la luna de octubre, etc. La fiesta de san Mauro en Puntagorda estaba impregnada de ese carácter revelador, anejo a los buenos augurios, para que sobre todo las lluvias, llegaran en el momento propicio o en épocas de sequía.
Los signos útiles para el pronóstico del tiempo recogidos en Puntagorda se pueden clasificar en cinco tipos: nubes y lugar de aparición; la dominancia de los tipos de viento en determinados días del año y de la luna (mes lunar); observación del sol, de la luna y de las estrellas, incluyendo los fotometeoros (halos, cercos, arco iris, parhelios, falsosoles, etc.); observación de plantas y animales; y observación de materiales no vivos (suelos, paredes, fuentes, etc.). Muchas de estas señales están sujetas a la experiencia personal o la transmisión de un determinado conocimiento, por lo que no podemos establecer un cuadrante general.
Uno de los pronósticos más desarrollado como anuncio de cambio de tiempo se apoya en la observación de masas nubosas; por ejemplo, con la aparición de unas nubes algodonosas, blancas y semejantes a platillos volantes, formaciones nubosas peculiares del cielo de Canarias que se denominan en La Palma «lesuras» o «dulzuras». Estas nubes se forman coincidiendo con la presencia de aire frío en las capas altas y tal circunstancia provoca la presencia inmediata de borrascas procedentes del norte del Océano Atlántico.
La presencia de este tipo de nubes se suele observar sobre la Caldera de Taburiente o por encima del Teide, circundándolo a modo de gorra o sombrero, y presagian lluvia o viento.
Así, respecto al tipo de nubes en Puntagorda se decía: «cielo empedrado y suelo mojado, iba a llover; cielo empedrado y suelo seco, calor; nubes que venían por el puerto de Puntagorda, llovía en Puntagorda; si hay una nube como ojo de buey, una nube negra redondita, por el noreste, sobre Barlovento, que se mantenía tres días, es que iba llover; si esta nube tiene un rabo hacia la cumbre es que iba a llover con viento; si los celajes eran blancos y altos habría viento; si amanece con rocío, no llovía, tenía que amanecer seco para que lloviera».
Las diferencias climáticas anuales y diarias son debidas ante todo a la inclinación de la eclíptica y la esfericidad de la Tierra. En el caso de Canarias, un factor importante a tener en cuenta en la climatología son los vientos alisios, que facilitan enormemente la navegación por el Atlántico entre las Islas y el Caribe, circunstancia que aprovechó Cristóbal Colón en su primer viaje hacia América. Sobre los vientos en las predicciones populares de Puntagorda se señalaba:
«cuando hay viento en el mar hasta más allá de la costa de Santo Domingo, llovía, pero si el viento se quedaba en las costas de Puntagorda o Las Tricias no llovía; si el tiempo se ponía gris por la montaña de Matos, era agua enfermiza, le decían así porque caía mucha agua de golpe y la tierra se empantanaba; en San Mauro, si era época de poca lluvia y había bruma, hacían la procesión del santo a la montaña de Matos, para pedir la lluvia, pero si no había bruma, no lo llevaban».
La opinión popular concede notabilidad a las fases de lunación en la verificación del tiempo venidero, y es práctica común considerar que el tiempo no cambiará hasta que «no cambie la luna». Por otra parte, el análisis de los halos y coronas, que algunas veces circundan al sol y a la luna, suele ofrecer más certeza en los pronósticos. Así, se sabe que cuando la luz del sol o de la luna atraviesa un velo de cirroestratos (nubes altas) se forma, frecuentemente, alrededor de estos astros, un anillo luminoso denominado halo. Si las nubes son altoestratos (nubes de altura media), esto es, nubes en forma de velos de color grisáceo o azulado, se forma alrededor del sol o de la luna un cerco luminoso denominado corona. Si nos encontramos en el centro de un sistema nubes, a las nubes de altura media suceden otras nubes bajas que, por lo general, producirán precipitación.
Asimismo, la interpretación de estos signos en Puntagorda hace referencia a: «cerco sol, moja pastor, llovía; luna con cerco, pastor enjuga, no iba a llover; la luna de octubre siete lunas o meses cubre; arco iris por el mar, coge la yunta y vete a sembrar, no iba a llover; arco iris por la cumbre, coge la yunta y echa a correr, iba a llover; si el arcoíris iba de mar a cumbre era señal de lluvia».
Cuando algunas personas suelen aseverar que el sol de invierno es «picón», lo entienden como señal de lluvia en los días claros de los meses invernales. El sol, tanto al salir como al esconderse en las aguas, también proporcionaba señales. En la posición de los astros en el cielo, Venus, por su brillo, al que suele denominarse el Lucero, es el principal referente:
«el Lucero según en qué zona estuviere en ciertos días, un poco más adelante o más atrás, indicaba el año de agua, más claro o con calma. Este año aren mucho, siembren, que es un buen año, porque corre para el sur; si corría para el norte, era malo».
Los animales también sirven como oráculos predictivos, y la observación de su comportamiento ofrece señas de una posible variación del clima. Según el discernimiento general, los animales pueden percibir las ondas de baja frecuencia que se producen cuando se aproxima una tormenta. La interpretación del vuelo y del comportamiento de las aves, de moscas y mosquitos, ranas, ganado, gallinas y un largo etcétera, en relación a los cambios de tiempo, está asegurada en múltiples sentencias de la meteorología popular puntagordera. Así, el vuelo de las aves:
«lo que anuncia la lluvia es cuando las grajas se juntan en manadas muchas y están graznando muy a menudo se dice que es señal de que puede llover, pero también podían anunciar viento o ambas cosas; la gaviota cuando pasan en bandada mucho de un sitio a otro es que va a venir viento;
las gallinas si re recogían temprano es que iba a llover; los pájaros nerviosos, cantaban o revoloteaban mucho es que iba a llover; muchas hormigas, año seco; si se ven hormigas que tienen alas, que vuelan, es que va a hacer calor; cuando las cabras estaban en la cumbre e iba a venir temporal bajaban antes de llegar el mal tiempo, esto lo hacían ellas solas; las cabras veían venir el tiempo, se ponían en el pajero o en la cueva si iba a hacer mal tiempo».
Respecto a la flora, se asevera que, si los verodes y bejeques florecen antes de engordar las hojas, es señal de que el año venidero será bueno. La observación de la paja de los cereales, cuando presentaba abundantes tizones negros, presagiaba lluvias en abundancia.
La cantidad y distribución de la floración y fructificación de los dragos también sirven para determinar la procedencia del tiempo o de las lluvias.
Si las flores y frutos se situaban hacia el norte, se consideraba que las lluvias bendecirían la vertiente norte o que se producirían mayoritariamente hacia las cumbres. En caso de encontrarse orientadas hacia el sur, habría que esperar un año seco o lluvioso solo hacia el sur y en las costas. Finalmente, si se distribuían homogéneamente en la copa del árbol, las lluvias, y consecuentemente las cosechas, serían abundantes a lo largo y ancho de todo la Isla. Según la tradición popular, durante los meses de junio, julio y agosto de 1868, como señal de próxima y grave sequía, la indicaron los muchos dragos que simultáneamente florecieron. La aparición de humedades en suelos y paredes, malos olores, borboteos o turbulencias en las aguas en los pozos y aljibes, y hasta el modo de crepitar de las brasas, o de la llama de los candiles, podía servir como augurios del tiempo venidero.
Uno de los antiguos pronósticos de lluvias, extendidos en Canarias en general, se basaba en poner por fuera de una ventana, al sereno, doce montoncitos de sal gorda sobre unos papeles o pedacitos de tejas durante la noche vieja. Así, el primer cúmulo representaba a enero hasta llegar a diciembre. Al día siguiente, al quitar los montoncitos, se veía cuál de ellos dejaba huellas de humedad, pues ése sería mes lluvioso, si estaba seco alguno, el mes aquél sería seco, si poco húmedo poca lluvia, y así sucesivamente. Esta predicción también se podía realizar el amanecer del día de san Juan Bautista, además de otra que decía que si este mismo día de san Juan amanecía llenando la marea iba a ser buen año, y si por el contrario amanecía vaciando iba a ser malo. También la tonalidad del mar, que cuando por san Juan se observaba irisado de matices verdes, anunciaba buen año.
Desde Puntagorda las predicciones basadas en el mar relataban: «si el mar tenía camineras iba a llover o si el mar tenía la línea del horizonte muy marcada y azul también iba a llover».
Otra opinión generalizada en el mundo rural, era que cuando acaecían las tormentas eléctricas la quema de palmitos del domingo de ramos, acababa con los truenos. Así, los gajos del domingo de ramos se conservaban con el fin de ser incinerados en las jornadas de tormenta.
La quema en Puntagorda se acompañaba de la siguiente oración: «Santa Bárbara bendita que en el cielo estas escritas con un papel en la mano derramando agua bendita».
También se hacía sonar en plegaria a Santa Bárbara la antigua campanita de alzar de la parroquia de San Mauro, porque se suponía que su sonido partía las nubes y espantaba los truenos. Sobre este mismo aspecto se decía: «cuando estaba preparándose el tiempo para llover, si venía una tronada, el tiempo se dispersaba; en general el trueno es señal de que el tiempo se arregla».
La principal rama de las cabañuelas en España afirma que el día 1 de agosto sintetiza el tiempo de todo el mes de agosto; el día 2 será septiembre, y así hasta el día 12, que representa a julio. Según parece, éstas son las cabañuelas «de verdad», las que más seguidores agrupan en todo el país.
Las cabañuelas en los primeros días de agosto se basan, para realizar sus predicciones, en la forma de las nubes (en forma de caracol, de coliflor, etc.), en los vientos y la humedad o analizar el tiempo de la mañana diferenciándolo del que ocurre en la tarde, hecho que habrá de coincidir con el clima venidero de los 15 primeros días o los 15 últimos respectivamente del mes que corresponda. Como rigiera el tiempo en los días de san Mateo (21 de septiembre) y san Miguel (29 de septiembre) a medianoche, sería el tiempo del resto del invierno. También existía otra versión en Puntagorda en la que se combinaba el día san Miguel con otros santos, el de santa Catalina (25 de noviembre) y el de san Andrés (30 de noviembre).
«Es de saber que el día de San Miguel, 29 de septiembre de dicho año de 1810, llovió y corrieron los barrancos al mar, y aunque oímos pronosticar a algunos ancianos que era malísima señal, ningún caso hicimos de la prudente lamentación. Algunos meses después se apareció un rojizo cometa, y siguiese una sequía espantable, hasta todo el año inmediato de 1811, en que el hambre fue general y los víveres obtuvieron precios exorbitantes.
Presentase la plaga de la cigarra, y parece que hasta el mismo temple ardiente de la atmósfera, de 79º a 86º termómetro de Fahrenheit […] innumerables millares de millones del destructor insecto, en tales términos que obscurecieron el sol, que caía como lluvia el excremento de la cigarra, y que ésta arrasó no sólo los recientes sembrados, sino que, yermo ya el campo de mieses y de yerbas, llegó el caso hasta de que dicho insecto devorase la dura corteza de los naranjos, dejándolos perfectamente blancos, y de que atacase hasta los árboles monteses y los nopales».
En la climatología y pluviosidad de la isla durante el siglo XIX, se aprecia también la ausencia de estaciones bien definidas, largos y frecuentes periodos de sequía de dos, tres o más años y también olas de calor intenso, que de forma periódica asolaban los campos y cosechas, provocando situaciones agónicas.
Desde tiempos inmemoriales se creía que la aparición de un cometa simbolizaba catástrofes o malos augurios, pero el de 1811 (cuyo nombre oficial es C/1811 F1) no dejaba de justificar, en cierto modo, que los temores no eran puramente quiméricos.
Su paso fue espectacular, recordando sus terroríficas dimensiones, tenía un núcleo extremadamente activo de entre 30-40 km. de diámetro, su cola se extendía en unos 174.000.009 km. (más distancia de la que separa nuestro planeta del Sol). Fue divisado a simple vista durante aproximadamente 260 días, lo cual representó un récord, bajo cuyo espectro ardió la casa parroquial de Puntagorda.
Por último, el repentino dolor de antiguas fracturas y las molestias reumáticas también se asocian con el inminente y brusco cambio del tiempo. En consecuencia, y como corolario de lo anteriormente dicho, las interpretaciones sobre la formación del clima han motivado un buen número de explicaciones, «señas», algunas pintorescas y supersticiosas. Pero en la opinión general estas «señas» o «aberruntos» ya no se cumplen, debido al advenimiento en nuestros tiempos del drástico cambio climático.
Sociedad de Estudios Genealógicos y Heráldicos de Canarias