MELANCOLÍA

MELANCOLÍA

Oswaldo Paz Pedrianes

Hablaba el maestro
de la Calle Melancolía. Todos tenemos una,
todos hemos pisado alguna,
de la que nacen afluentes
que se bifurcan y se pierden
buscando otras que sean
de la alegría
del amor
de la sinceridad
del beso
del reencuentro
de la prosperidad.

Pero no.
Yo compré en la melancolía.
Quería echar raíces allí,
profundamente enterradas
en historias agrias,
nutriendo mi alma
con nostalgia
con añoranza
con pesadumbre
con tristeza
con aflicción...

Tiñendo mis días
de cielos nublados,
haciéndome una bola
como un puercoespín asustado,
arrastrando mis pies por los adoquines,
y en el estómago un nudo perpetuo.
Huyo como un ladrón,
de los de antifaz negro
y camisa a rayas,
de las plazas del entusiasmo
de las esquinas de la ilusión
de los parques del buen ánimo
de las avenidas del optimismo
de las terrazas de la euforia. No quiero mudarme
al barrio de la alegría.
Demasiada gente
con sus sonrisas postizas,
con su perfección impostada,
con sus fachadas de cartón piedra,
y sus caretas fotocopiadas
de triunfadores de salón,
convencidos todos
de estar en el lado correcto.
Ingenuos compradores
de pastillas de la felicidad. No, no saldré de mi calle,
y menos en otoño.
Palabras mayores
para el adicto a la soledad.
(Contenido en el libro “Tragaluz”, Donbuk Editorial)