El Maná de las Cumbres de San Miguel de La Palma
El Maná de las Cumbres de San Miguel de La Palma
Horacio Concepión García
as Islas Canarias han estado desde la antigüedad sumergidas en el mundo de la creación legendaria y en la búsqueda de la localización física de un mito en mutación constante, hijo de la inspiración. En las obras que se nos han legado desde el mundo clásico, se concibió una gran variedad de relatos que abarcaban un mismo motivo mitológico desde sugestiones y representaciones diversas; pocos son los escritos que no hayan mencionado una tierra excepcional en las islas Afortunadas; relatos míticos de su localización en el Mar Tenebroso; los Campos Elíseos; el Jardín del Edén ―donde la humanidad había sido creada por Dios―; el Jardín de Las Hespérides o la Atlántida1. Cuantas fantasías pudiera concebir la imaginación, surgieron del espíritu de los antiguos floreciendo en este espacio fabuloso. Tal vez una de las historias más intrigantes sea la de un mítico maná que caía en las cumbres de la isla de La Palma en tiempos de la conquista.
El sacerdote e historiador Gaspar Frutuoso (1522-1591), describía este maná además explicar el proceso para su consumo: «Los isleños dicen que antes y después de ser tomada la isla caía en la cumbre un manjar del cielo, menudo y blanco, como confites, tan suave, que daba sustento y consuelo a quien lo comía; ellos lo llamaban Gracia de Dios y maná oloroso, y lo cocían muy temprano y lo comían el mismo día. Todavía dicen que mientras en la villa o ciudad, no hubo tratos mercantiles nunca dejó de llover esta Gracia de Dios y maná; pero, en cuanto los hubo, se perdió para no volver más2».
Según el libro del Éxodo, el maná era el pan enviado por Dios todos los días, excepto el sábado, durante los 40 años que los israelitas estuvieron deambulando por el desierto de Sinaí para que se alimentaran, del cual se conserva una muestra en el Arca de la Alianza.
El ingeniero cremonés Leonardo Torriani (1560-1628), quien estuvo en la isla coincidiendo con la erupción de Tahuya, en la cual se encontró a punto de perder la vida, también nos hace alusión a esta bendición del cielo: «Lo verde de sus selvas de altísimas palmas, de dragos (de los cuales se saca la sangre de drago), de pinos, de teas, tiles, encinas, laureles, y mirtos, con que se viste la mitad de la isla, en su parte del norte. Encima de los montes Andenes, que son los más altos, cae algunas veces buenísimo maná3».
Pero tal vez la mención más objetiva sobre el mismo nos la aporta el cosmógrafo español Alonso de Santa Cruz (1505-1567), quien en torno a 1526 visitó La Palma, identificando este maná con algún tipo de miel: «Abunda en trigo, cebada, cabras, ovejas, puercos, vacas. Cría buenos perros para torear ganados. Cosecha miel, cera, vino bueno que se carga para las Indias y Flandes. No faltan tres ingenios, ni los conejos, perdices, gallinas de India, dragos y algo muy importante que algunos afirman, se cogía en ella antes de que se conquistase una miel que llamaban celestial que la cogían sobre las matas y los montes como copos de nieve; agora cae algunos años de una gran sierra casi siempre cubierta de nieve4».
Durante siglos en la farmacopea tradicional, se clasificó al maná dentro: de las excrecencias de principios particulares, productos azucarados o zumos insípidos. El maná era un jugo azucarado que suministran principalmente dos especies de fresno: el Fraxinus ornus y el Fraxinus rotundifolia Mill. Este tipo de maná estaba compuesto de manito: «Azúcar incristalizable con goma, que es la parte purgante del maná; es una sustancia blanca sin olor, de sabor azucarado, soluble en agua o mejor en leche; poco soluble en el alcohol frio y muy soluble en el caliente». En su comercio se establecían diferentes clasificaciones según su calidad: 1º El maná en lágrimas, el maná más puro; 2º El maná en suerte, más desabrido que el anterior; 3º El maná craso que era el más impuro; aparte de los fresnos este último tipo de mana lo producían también el Arce, Sauce, Olivo, Higuera, etc.5.
El retamar-codesar es el matorral representativo de las cumbres de La Palma; sólo una especie de esta formación vegetal está representada en la heráldica institucional canaria: la violeta palmera (Viola palmensis), endemismo de la isla, que figura en el escudo de Los Llanos de Aridane: «Está cortado y el todo rodeado de bordura de plata, fileteada de gules, que contiene, alternadas, cuatro cruces rojas y cuatro violas palmenses en púrpura. Según su justificación, dichas violetas representan el espíritu de la vieja raza benahorita». Según el profesor Miguel Ángel Martín González: «El mítico maná procedía del azúcar del codeso, partículas finas como la arena de color blanco y sabor dulce acaramelado intenso que se desprende de la mata del codeso y que se encuentra, sobre todo en verano, sobre las piedras que esconde el arbusto. Es producido por la secreción de una sustancia gomosa de los codesos cuando reciben las picaduras de los insectos. Su recolección se producía al amanecer, antes de que el sol lo derrita, y la misma era muy laboriosa. Probablemente el azúcar de codeso era considerado por los awara como un alimento divino6».
Pocos escenarios de la isla de La Palma superan la grandiosidad de la Caldera de Taburiente y las cumbres que la guarnecen. La epopeya vegetal ha engalanado devotamente los perfiles dantescos de su piel, en su comienzo humeante y ruda. Ahí está, como mensaje en petrificación, la orografía de ángulos inverosímiles, aliados del sorprendente perfil, que conforman este prodigioso espacio.
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1 En primer lugar quiero agradecer la colaboración prestada por la escritora Belén Lorenzo Francisco. CONCEPCIÓN GARCÍA, Horacio (2016). Historia de Barlovento. Trabajo en preparación.
2 FRUTUOSO, Gaspar (ca.1568). Las islas Canarias (de Saudades da terra). Prólogo, traducción glosario e índices por E. Serra, J. Regulo y S. Pestana. [San Cristóbal de La Laguna]: Instituto de Estudios Canarios, 1964, p. 109.
3 TORRIANI, Leonardo (1592). Descripción e historia del reino de las Islas Canarias, antes Afortunadas, con el parecer de sus fortificaciones. Traducción del Italiano, con introducción y notas, por Alejandro Cioranescu. [Santa Cruz de Tenerife]: Goya Ediciones, 1959, p. 223.
4 MORALES PADRÓN, Francisco (1970). Sevilla Canarias y América. [Las Palmas de Gran Canaria]: Ediciones del Cabildo Insular de Gran Canaria, 1970, pp. 204-205.
5 THROSSEAU, A. PIDOUX, H. (1842). Biblioteca escogida de Medicina y Cirugía. [Madrid]: Imprenta de la Viuda de Jordán e Hijos, 1842, p. 83 ORIOL RONQUILLO, José (1836). Materia farmacéutica vegetal o botánica médica. [Barcelona]: Librería de Ignacio Oliveres, 1836, p. 237.
6 MARTÍN GONZÁLEZ, Miguel Ángel (2006). Abora. 2006, p. 91.
Fotos: Foto: Javier Díaz y Horacio Concepción.
Sociedad de Estudios Genealógicos y Heráldicos de Canarias