ANTONIO DE LUGO Y MASSIEU. UN APÓSTOL DEL ÁRBOL Y LAS FLORESTAS SAGRADAS

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ANTONIO DE LUGO Y MASSIEU. UN APÓSTOL DEL ÁRBOL Y LAS FLORESTAS SAGRADAS
Lecturas

HORACIO CONCEPCIÓN GARCÍA

Javier Díaz

Javier Díaz

En los árboles, su rareza o excepcionalidad puede tener, a su vez, orígenes, causas y, en suma, explicaciones legendarias e incluso proverbiales sobre su sacralidad, tanto si se refieren a aspectos materiales como a consideraciones espirituales:

«Hemos sentido el suave poder de varios de los organismos vivos más grandes y viejos del mundo, y comenzamos a entender el respeto y la veneración que por ellos sintieron muchos pueblos en el pasado».

Javier Díaz

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En prototipos concretos, como los ubicados en la isla de La Palma, los adjetivos pueden aludir al tamaño, su especie, la forma, el color del tronco o de las hojas, los juegos de luces y sombras que generan o la ubicación en un lugar especial. Cuando la distinción afecta a toda la especie, se puede remitir a usos medicinales o nutricionales (cobijo, combustible, cosméticos, fibras textiles, frutos o partes comestibles del árbol, marcadores de posición u orientación tales como límites, lugares de reunión, miliarios, cruces, plazas, santuarios, despoblados, madera para la construcción, medicinas, papel, resinas, sombra, etc.), que sostienen el bienestar, además de ser piezas esenciales en el equilibrio natural, y, por tanto, se les otorga admiración y gratitud. Además, otros atributos pueden referirse asimismo a su longevidad, sucesos históricos, reales o imaginarios, ocurridos en ellos o en su entorno, etc.

Javier Díaz

Javier Díaz

«Canarias es la tierra de promisión de todas las flores y debería convertirse en un Museo Universal de árboles y plantas (Antonio de Lugo y Massieu)».
Javier Díaz

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El estudio sistemático de las plantas se inició en la cultura griega y se suele reconocer a Teofrasto (372-287 a.C.) como «el primer botánico de la historia». Este sabio del mundo antiguo, el cual compuso un número extraordinario de obras, era discípulo de Aristóteles, y en un intento por discernir racionalmente la realidad que le circundaba, se dedicó a ordenar y clasificar las especies vegetales. La mayor parte de los árboles aparecen, además, como arbustos y, a su vez, en distintos géneros, especies, subespecies, variedades o híbridos, amén de las especies arborescentes: de la acacia se conocen unas 900 especies de árboles o arbustos en el mundo; del acebo y el cerezo más de 400; de coníferas unas 600 especies; del drago más de 60; del espino más de 1.000; de la higuera más de 800; del olivo 700; del roble 600, etc.

Los símbolos vegetales son profusamente utilizados en la Heráldica y, como tales, tienen un significado preciso y justificado en el blasón. Estos se pueden utilizar por motivos históricos o geográficos, así como para representar un ejemplar concreto.

En la representación de la flora y la vegetación canaria en los escudos municipales e insulares, entre los elementos vegetales está el drago (Dracaena draco), que se manifiesta como signo de la identidad canaria y adquiere un significado entre lo reivindicativo, lo simbólico y lo plástico.

Sus hojas han sido utilizadas como forraje para el ganado bovino y caprino habiéndose cultivado expresamente para ello en islas como La Palma. Sus frutos son consumidos por los humanos aves silvestres, gallinas y cochinos. La abundancia de dragos antes de la colonización europea, contribuyó a que algunos ejemplares singulares fueran señalados como lindes o límites entre las propiedades otorgadas en los primeros repartimientos de tierras efectuados mayoritariamente en el ámbito de desarrollo de los bosques termoesclerófilos. Sobre la Punta de los Dragos (Punta Cumplida, Barlovento) se escribió en el pasado: «se alineaban como gigantes centinelas a las orillas del mar, alzando sus brazos de titanes sobre los acantilados de la Isla».

Este símbolo vegetal figura en el escudo de siete municipios canarios: Alajeró, Barlovento, Breña Alta, Icod de los Vinos, La Orotava, Moya, Puntagorda y Valsequillo, y en todos estos blasones éste corresponde a un ejemplar singular, que aún sobrevive o que ya ha desaparecido, pero la excepción corresponde al grupo de dragos de Las Toscas (Barlovento).

Otro ejemplar digno de admiración de esta especie ubicado en el término de municipal de Barlovento es el hercúleo drago situado en Las Paredes, el cual despierta gran asombro a todo aquel que lo contempla: «hasta dar a un drago, derecho hasta una cruz que va por el camino que va en medio de la viña de listán y malvasía, que va a dar al dicho drago y arriba del dicho drago hasta otras fajanas (siglo XVI)».

El pino (Pinus canariensis) representa en la heráldica los pensamientos nobles y el corazón fogoso. Este noble hijo de las lavas, ha sido un árbol muy importante en el paisaje, la historia y la economía de La Palma.

Es un árbol de longevidad respetable, el más alto y esbelto de la flora canaria y en cuyo corazón nace la tea. El mismo está recogido en los escudos de diez municipios de tres islas: Artenara, El Paso, El Rosario, El Tanque, Garachico, Garafía, La Guancha, La Victoria de Acentejo, Puntagorda —especie arbórea, que siempre ha estado presente en el paisaje, la cultura, el pensamiento, la etnografía y la idiosincrasia del pueblo puntagordero, cuyo blasón encabeza la lista de municipios con representaciones vegetales, a las que hay que añadir unas ramas de almendrero— y Vilaflor.

Entre los lugares de La Palma que destacan por albergar notables ejemplares de pinos canarios están la Reserva Natural Integral del Pinar de Garafía (con una de las mejores masas de Canarias) o los pinos que vegetan en los acantilados silenciosos de la Caldera de Taburiente, donde reinan con homogeneidad entre amagantes y corazoncillos.
Javier Díaz

Javier Díaz

En el Parque Nacional, se localizan los Pinares de Mantigua, dos manchas de pinos colgados en las escabrosidades, que se asientan firmemente enhiestos, con sus enormes troncos y altiva copa, combinados y revelados, para crear un clima ambiental en una de las más asombrosas exposiciones naturales.
Los paredones de los profundos barrancos de Barlovento son el hábitat de interesantes comunidades vegetales, destacando en este sentido el imponente Barranco de Gallegos. En un hermoso paraje de este lugar, reina con esbelta majestuosidad un gigante de la naturaleza, el Pino de Machín, considerado la conífera de mayor diámetro de la Región Macaronésica con aproximadamente 11 metros de longitud de circunferencia:

«Árbol excelso, grueso, robusto, recto, resinoso, conífero, permanente y siempre verde, formando los más dilatados y espesos bosques. Su admiración debe empezar por la observación de que unos árboles tan gigantes hayan crecido por la mayor parte sobre las rocas más rudas, más peladas y más eminentes».
Horacio Concepción

Horacio Concepción

Un digno ejemplar de esta especie en Barlovento, fue el Pino del Campanario, el cual, como su nombre indica, sirvió para colocar las campanas hasta el siglo XVIII, en que está documentada la existencia de un torreón para estos menesteres. Este pino fue mandado a talar por el párroco del lugar, en algún momento del siglo XIX, por el temor a que el mismo cayera sobre el templo.
En los mapas medievales se representó al Paraíso Terrenal, promoviendo a monarcas y navegantes, de gran renombre en esos siglos, a entablar su búsqueda. Así, en los textos primitivos de los Cronistas de Indias, casi todos hablan del Paraíso de alguna forma o con tópicos relacionados con este argumento. Desde Cuba, de la mano de un ciudadano francés que se estableció en Barlovento, recaló en la zona costera del municipio una espectacular ceiba (Ceiba pentandra), también conocida como lupuna o pochote, dentro de un barril de aceitunas, la cual adquirió gigantescas proporciones. La ceiba símbolo de resguardo y protección maternal de la humanidad, desde el origen de los tiempos, tiene importancia mítica en diferentes partes del continente americano. En Cuba y en otros lugares donde se localizan los afro-caribeños, se tiene la creencia que este árbol resguarda la energía de las deidades de la naturaleza, por lo tanto no pueden dañarlo y para talarlo deben realizar una ceremonia y obtener permiso del espíritu, que reside en las raíces y follaje de la ceiba, el cual tiene poder para curar a las personas. En la cosmogonía maya, la creencia era que los dioses creadores sembraron cinco de sus árboles sagrados: yaxchés (ceibas), cuatro en los respectivos rumbos del cosmos, y una en el centro en cuya base se ubica la tierra en la que habitamos, y en sus raíces la morada de los muertos.

Horacio Concepción

Horacio Concepción

Don Antonio de Lugo y Massieu, nació el 21 de noviembre de 1880 en Santa Cruz de La Palma y falleció en La Orotava el 5 de octubre de 1965. Propietario de la hacienda de Oropesa (Barlovento), fue considerado un ilustrado publicista y gran patriota.
Horacio Concepción

Horacio Concepción

Amante fervoroso del arbolado, para su defensa y fomento fundó la revista El Campo, periódico propagandista del arbolado, las prácticas agrícolas y progreso del país, una revista con consejos prácticos para el agricultor y opiniones de gran rigor científico, donde recopiló gran cantidad de recetas sobre cultivos. Esta publicación mensual fue editada en La Orotava entre 1915 y 1931, y era el propio Don Antonio quien lo sufragaba y distribuía de forma gratuita a centros, sociedades y particulares con el afán de difundir el al amor a la tierra y en particular al árbol.

Según escribió su nieta doña María del Carmen Martín de Lugo de la vital y arrolladora personalidad de Don Antonio destacaría, entre sus múltiples virtudes: «su amor por la naturaleza; su lucha contra la ignorancia, a la cual consideraba la más nociva de las lacras sociales y atraso de los pueblos; su sensibilidad social y su sentido ético de la vida».

«Caminante: respeta y cuida los árboles que ellos son tus mejores y más fieles amigos. Cuando vas por las carreteras y caminos en los días de caluroso verano te ofrecen tu grata y protectora sombra, librándote de los rayos abrasadores del sol. Trátalos con cariño y míralos con veneración en pago al bien que te hacen (El Campo)».

Antonio de Lugo, erudito y consumado bibliófilo, ocupó su tiempo de ocio mostrando un apasionado interés por el campo y la naturaleza, de cuya defensa se mostró reivindicativo.

Sus labores filantrópicas le llevaron a plantar el mismo, con la ayuda de su chofer de toda la vida, Eustaquio Pérez, en las carreteras del Valle de la Orotava, numerosos ejemplares de árboles, que el costeaba de su propio peculio y a convertir sus fincas privadas en auténticos viveros públicos, un ejemplo de ello es su finca “La Marzagana” –hoy llamada “El Bosquito”- actualmente parque público ubicado entre La Perdoma y la Cruz Santa, en Tenerife, donde introdujo y experimentó con diferentes especies vegetales: «propaguemos generosamente el culto y el amor a los árboles», o crear hermosos jardines de estilo africano como los que se ubicaron en Oropesa.

Esta dedicación no fue ignorada por sus contemporáneos, pues resultó alabada por diversos miembros de la sociedad culta de su época. Otra de las pasiones de Don Antonio, fue la donación de imágenes a las parroquias de la Isla, como las realizadas a la de Barlovento, obras benéficas que consumaba por la noche, sin testigos, depositando la imagen en el interior de una caja de madera a las puertas del templo.

La recopilación de textos históricos, cuentos y leyendas fue otra de sus inquietudes, así como la redacción de historias y crónicas de sus vivencias.

Ciudadano de vasta cultura fue autor asimismo de diversas obras literarias como: Efemérides de La Palma y Tenerife; Antología de poetas canarios, desde la conquista a la edad presente; Nómina de los más notables artistas de Canarias; etc. Además, Antonio de Lugo estuvo presente en la fundación de la Asociación de la Prensa de Tenerife.

«No me importa que de mí se diga que fui, más que un romántico, un visionario al tratar de los problemas canarios, de mi querida tierra isleña, de toda la tierra canaria, porque si de mí dependiera, y pudiera hacerlo, a todas las islas las estrecharía con el cinturón amoroso de mis brazos. ¿Por qué no soñar con que a este Archipiélago Afortunado le esperan, en un porvenir no muy lejano días magníficos de sólido esplendor? (Antonio de Lugo y Massieu)».

El bosque y la selva medieval, eran el lugar de meditación y retiro para los eremitas, pero, también, como el desierto, lugar proclive a las tentaciones de los demonios, y en Europa estaban poblados por todos los monstruos imaginables, diferentes seres mitológicos o deidades. Muchos robles fueron consagrados a Thor, dios del trueno en la mitología nórdica, como el ejemplar situado cerca de la cuidad de Fritzlar (Alemania), un lugar de veneración de parte los pueblos germánicos. El roble se taló deliberadamente en el año 723 por orden del misionero cristiano san Bonifacio, y simboliza el comienzo de la cristianización de las tribus no francas del norte de Alemania. Los antiguos celtas eran animistas —como también podemos presuponer que eran los antiguos indígenas de las Islas— y sentían el mayor respeto por la vegetación y los bosques, asociándole a cada uno de los árboles, una significación sagrada, ya que en ellos veían la esencia de la vida y un recurso para predecir el destino de una persona. Para ellos el roble era el árbol de mayor importancia y alcanzaba la categoría de semidiós; pero demás consideraban sagrados el abedul (el sol); el acebo; el avellano; el espino; el fresno y el sauce (la luna). San Bernardo de Claraval, uno de los sucesores de aquellos druidas, ya cristianizado, afirmara que: «he descubierto que encontrarás mucho más en los bosques que en los libros».

Tras la Evangelización, los árboles mantienen un peso importante en las culturas europeas, donde un árbol de tres ramas principales simboliza a la Santísima Trinidad o donde el árbol milenario significa la eternidad del alma humana. Según las sagradas escrituras, Dios reveló al profeta Jeremías: «Yo soy un almendro». En Canarias, los pinos majestuosos son una viva expresión de lo sagrado, ya que numerosas son las tradiciones populares nos hablan de apariciones de la Virgen en los mismos, que acabaron convirtiéndose en verdaderos santuarios cristianos, como el ubicado en El Paso (La Palma) o el desaparecido Pino Santo de Teror (Gran Canaria) —con más de 40 metros de altura y unos 7 metros de circunferencia—, el cual se supone se encontraba próximo a una fuente de aguas curativas:

«Nuestros padres nos han dicho que dirigidos por un resplandor maravilloso la encontraron en la eminencia de un Pino, rodeada de tres hermosos dragos, de cuyas ramas se formaba una especie de nicho; que una lápida muy tersa le servía de peana y que del tronco de aquel árbol nacía una fuente perenne de aguas medicinales Fernando Hernández Zumbado (1782)».
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Horacio Concepción

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El espino, la palma, el olivo, el romero, el tejo la vid o la zarza eran utilizados en ritos como los del Domingo de Ramos cristiano. En los tratados medievales como Tractatus de Imagine Mundi se hablaba de un impreciso árbol a cuya sombra quedaba ciego quién se dormía y se volvía loco. En 1519, Martín Fernández de Enciso describía en su Suma de Geographia: «se encuentran árboles cuyas hojas cuando caen en agua se convierten en peces y cuando caen en tierra se convierten en pájaros».

Américo Vespucio, al referirse al paraíso colombino narraba: «Los árboles son de tanta belleza y tanta blandura que nos sentíamos estar en el paraíso terrenal, y ninguno de aquellos árboles ni sus frutas tenían semejanza con los de estas partes».
Horacio Concepción

Horacio Concepción

Los árboles, ya sean fundidos en esculturas de bronce o cincelados en madera, simbolizados en relieves o bajorrelieves; incrustados en muros o altares, esquematizados, pintados o grabados en las cuevas de la prehistoria, cantados en poesía o en prosa, o simplemente imaginados, han sido siempre objeto de las mayores veneraciones, como la que demostró Antonio de Lugo y Massieu, hacia esos seres vivos tan primordiales (quiero agradecer la colaboración prestada por la familia de Don Antonio de Lugo).

Horacio Concepción

Horacio Concepción

[Bibliografía: Anne Lewington. Ancient Trees: Trees That Live for a Thousand Years; Desirée Sicilia Martín y Octavio Rodríguez Delgado (Departamento de Biología Vegetal, Botánica, de la Universidad de La Laguna). «Los símbolos vegetales en los escudos canarios». En: Rincones del Atlántico; Horacio Concepción García. Historia de Barlovento (1493-1918); María del Carmen Martín de Lugo. «El Campo y Don Antonio Lugo y Massieu». En: Rincones del Atlántico; Miguel Martín González. «Aculturación Cristiana». En: Chaxiraxi, Revista Iruene nº 9].

HORACIO CONCEPCIÓN GARCÍA

Sociedad de Estudios Genealógicos y Heráldicos de Canarias

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